Adicción a la comida. Las emociones están fuertemente relacionadas con las adicciones y me refiero tanto a las adicciones químicas, como el alcohol, tabaco, cocaína etc, como a las adicciones no químicas, ya sea por ejemplo la adicción al trabajo, a los juegos, o a la comida, de entre otras. Ya desde pequeños se nos calma con comida cuando tenemos una fuerte emoción. Siendo bebés, mostramos nuestra necesidad alimentaria con una emoción, el llanto. Esto hace que a continuación se nos alimente y que como resultado obtengamos un placer, el de estar satisfechos a nivel fisiológico. Pues bien, es esta asociación “emoción- comida- placer”, la que puede llevar a sentirnos inmersos en un círculo vicioso. Pero, ¿cómo saber si se es adicto a la comida? Claro, comer es necesario, no podríamos sobrevivir si no lo hiciéramos, esto es, “comemos para vivir”, pero cuando la alimentación se convierte en un “vivir para comer”, la cosa cambia. Entendemos que se tiene una adicción a la comida, no cuando se come lo que uno quiere cuando le apetece, o a deshoras, sino cuando el tema de la alimentación nos ocupa mucho tiempo en nuestro día a día, habiendo un desgaste de energía fuerte y además nuestras emociones (enfado, tristeza, ansiedad, alegría, etc) nos hacen relacionarnos con la comida de forma distinta, esto es, que comemos más cantidad y/o de peor calidad. Si además vemos, que tras estos episodios de “comer emocional”, nos sentimos culpables, implica que añadimos otra emoción negativa que podrá iniciar de nuevo la secuencia de buscar calma para tal emoción, perpetuando así un círculo vicioso del que parece que cueste salir. ¿Qué podemos hacer para romper este círculo vicioso? Primero no castigarnos si esto nos ocurre, diciéndonos que «no tenemos fuerza de voluntad para parar esta situación» o mensajes de este estilo. Esto no nos ayuda a encontrar una solución, sino que perpetua que se repitan en el tiempo estos episodios. Pensemos que ante un problema hay que buscar la solución, aunque esto requiera un esfuerzo. Podemos hacer un registro alimentario a modo de diario, durante unos 15 días, en el que aparezca en qué situación, tengo una emoción que hace que me dirija a la comida de forma negativa (comer grandes cantidades, o alimentos de peor calidad o bien que esto suceda en momentos que no deseamos) y finalmente añadimos cómo nos sentimos tras el episodio. Este primer paso, nos hará tomar conciencia de cual es nuestra secuencia “emoción (ej. ira) –alimentación (ej. Comer de más) –consecuencia (ej. sentimiento de culpa)” Por otro lado, podemos adquirir alguna técnica de relajación o de meditación, para que con la práctica, podamos utilizarla en los momentos de alta tensión y así podamos evitar llegar a comer de manera negativa. Si tomamos conciencia de porqué nos dirigimos a la comida de esa manera, será más fácil poder abordar el tema, ya que el “comer emocional”, nos puede estar reflejando que ahí hay un asunto no resuelto, pudiendo ser éste nuestra siguiente diana, siempre que se esté preparado para abordarla. Isabel Rubió Psicología IntraObes
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