Ha pasado poco más de medio siglo desde que la ciencia volviera sus ojos hacia el sueño y empezara a desvelar sus secretos. Hoy se sabe que la falta de descanso o dormir de forma interrumpida afecta al rendimiento, a la capacidad de aprendizaje, a la concentración, al humor, al crecimiento, al sistema inmune, al apetito y causa dolor de cabeza.
«De la misma manera que los niños que desayunan poco o mal tienen más problemas de aprendizaje, un déficit de sueño crónico ocasiona dificultades escolares, además de otra serie de problemas físicos como retraso en el crecimiento», destaca Gonzalo Pin Arboledas, jefe de la Unidad Valenciana del Sueño del Hospital Quirón.
De muchas cefaleas también son responsables los malos sueños. Próximamente en ‘Revista de Neurología’ sacará a la luz un estudio que pone de manifiesto la elevada incidencia de dolores de cabeza entre los escolares que no duermen bien.
En el trabajo, que cuenta con una muestra de 887 alumnos, los padres rellenaron la versión española del Cuestionario del Sueño Pediátrico «que va dirigido a niños de entre dos y 18 años y que aborda además de los trastornos respiratorios del sueño, una amplia gama de problemas relacionados con el mismo. Además, incluye dos preguntas sobre las cefaleas», destaca a elmundo.es el doctor Miguel Tomás Vila, del Servicio de Pediatría del Hospital Francesc de Borja de Gandia y uno de los autores del trabajo.
Cambios biológicos y de conducta
Por este motivo, «recabar información acerca del sueño en el examen clínico del niño con cefalea es una tarea inexcusable, máxime si tenemos en cuenta que disponemos de instrumentos para el diagnóstico de trastornos del sueño en la población infantil eficaces y fáciles de utilizar y cuya aplicación puede llevarnos escasos minutos», determinan los autores en sus conclusiones.
Otra de las consecuencias físicas que ocasiona pernoctar -aunque sea sobre la cama- se ha publicado recientemente en la revista ‘Archives of General Psychiatry’. Un trabajo realizado por investigadores del Instituto y Clínica Psiquiátrica Occidental de Pittsburgh (EEUU) con 335 niños y adolescentes de siete a 17 años, analizados durante tres noches consecutivas, constata que los menores que no duermen la cantidad de horas necesarias son más propensos a desarrollar obesidad.
Concretamente, los autores determinan que este aumento del riesgo está relacionado directamente con una etapa concreta del sueño, la fase de movimiento ocular rápido (REM), que está normalmente vinculado con los sueños.
«Nuestros resultados mostraron que la asociación entre dormir poco y obesidad se atribuiría a un menor sueño REM. Aunque los mecanismos precisos de esta relación todavía se están investigando, la razón puede estar en los cambios biológicos y de conducta que resultan de la falta de sueño», destaca el trabajo.
El doctor Pin Arboledas reconoce «que el sueño influye en la secreción de leptina, una hormona que regula el apetito. Una peor calidad del mismo altera esta hormona y produce resistencia a la misma, lo que incrementa la ingesta».
Dimensiones de epidemia
Mayor riesgo de sobrepeso y obesidad, pero también de hipertensión. Investigadores de la Universidad Case Western Reserve en Cleveland (EEUU) han constatado, tras estudiar a 238 chicos y chicas de 13 a 16 años, que aquellos chavales sanos que tenían una mala calidad del sueño o descansaban poco tenían más riesgo de tener la tensión arterial elevada.
El estudio, recogido en ‘Circulation’, desvela que el 11% dormía menos de seis horas y media al día mientras que en un 26% el sueño era deficiente debido a los despertares nocturnos frecuentes. Por este motivo, hasta uno de cada siete adolescentes tenía valores de presión arterial que se califican como de prehipertensión o hipertensión.
Ante tanta evidencia científica, los expertos alertan de que los problemas de sueño en la infancia y en la adolescencia están adquiriendo dimensiones similares a la epidemia de la obesidad.
Fuente: El Mundo