- Dejar el sedentarismo a un lado. Comenzar simplemente, por moverse. Levantarse, dejar el ordenador y abandonar el sofá. Cada entorno está plagado de escaleras para subir y bajar. Tampoco es desdeñable ir caminando al trabajo o a la compra. Otro método sencillo es participar de forma más activa en las labores domésticas. Saber, por ejemplo, que al fregar el suelo, se consumen 640 calorías, es alentador.
- Controlar el peso semanalmente para evaluar los progresos, pero sin llegar a obsesionarse.
- Dejar que la actividad sea natural, nunca forzada. No se trata de convertirse en un deportista de élite, es mejor ir pausado y a buen ritmo. Por ejemplo, el paso al caminar debe poder mantenerse sin gran esfuerzo. Si vamos en grupo, es bueno seguir un ritmo propio.
- Cuando uno se empiece a sentir mejor, es recomendable intentar alguna actividad más exigente. Se puede empezar a caminar más deprisa, ir al gimnasio, ir a nadar, apuntarse a baile o jugar al pádel. Es importante buscar una actividad que resulte atractiva y consiga enganchar.
- Ponerse pequeñas metas cada día.
- Una vez se es físicamente activo, mantener el hábito como parte de un estilo de vida sano.
- Recordar que una dieta sana y equilibrada acompañada de ejercicio físico son los mejores aliados para mantener un peso saludable.
Dietista Nutricionista Johana Marcela Márquez