Los helados caseros son una excelente manera de aprovechar la fruta y sus nutrientes de forma muy sencilla y económica
Helados de agua o sorbete. En general, los helados de frutas se elaboran con frutas acuosas y su zumo, y la manera más fácil es presentarlas en forma de granizados, de sorbetes, o los clásicos polos. Estos helados se elaboran con zumos o pulpa de frutas naturales. Los granizados se realizan con frutas muy acuosas (como sandía, piña, melón, naranja, mandarina o limón) u otras más exóticas, como mango o maracuyá. Para ello tan solo debemos hacer zumo de la fruta deseada -naranja, limón, etc.- o licuar una sandía (ideal para preparar un granizado). También podemos mezclar sabores de frutas que combinan de maravilla, como los melocotones con frambuesas o con kiwi. Una vez licuadas, las colamos para que el zumo quede limpio de restos de fruta e introducimos en una sorbetera o en unos moldes de helados con un palito en el interior. Congelamos durante unas cuatro horas -o hasta que se solidifique- y ya tendremos un exquisito polo o helado de hielo natural. Si queremos un granizado rápido mezclamos unos hielos con zumo de fruta en un robot de cocina. El conjunto, triturado, se transforma en un crujiente helado al que podemos agregar un poquito de sabor con unas notas de licor al final.
Helado de crema y leche. Para los gustos más cremosos, lo más fácil es mezclar un yogur con unos trocitos de frutas (cerezas, manzana o fresas) en proporción de igualdad de peso, hasta formar un conjunto homogéneo. Se introduce la mezcla en un molde, de preferencia individual, para su mejor congelación y posterior presentación. Una vez que la mezcla quede uniforme, congelamos (ya sea en una heladera o, de un modo más casero, en un molde al que de vez en cuando removeremos en su interior para que la mezcla quede cremosa mientras se congela).