La imagen corporal incluye dos componentes, según Gardner 1996:
Un componente perceptivo, que hace referencia a la estimación del tamaño y apariencia y otro actitudinal, que recoge los sentimientos y actitudes hacia el propio cuerpo.
Se define como una preocupación exagerada por algún defecto imaginario o sobreestimado de la apariencia física, lo cual lleva a devaluar la apariencia, a preocuparse en exceso por la opinión de los demás y a pensar que no se vale, ni se puede ser querido debido a la apariencia física; por ello, las personas con trastornos de la imagen corporal ocultarán su cuerpo, lo someterán a dietas y ejercicio y evitarán las relaciones sociales.
Las distorsiones de la imagen corporal juegan un papel muy importante en los Trastornos Alimentarios y una negativa imagen corporal suele ir asociada a baja autoestima.
La pretensión de una imagen corporal perfecta e inalcanzable es sostenida por ideas irracionales, produciendo graves distorsiones perceptivas y situando así a las personas que los tienen en una experiencia permanente de insatisfacción, que determina algunos de los múltiples y variados comportamientos, como es por ejemplo la evitación de todo aquello relacionado con la imagen: mirarse al espejo, evitar lugares públicos en los que tenga que llevar poca ropa como piscina o playa, etc.
En terapia Psicológica, el tratamiento que se lleva a cabo desde la vertiente cognitivo-conductual, está dirigido a la mejora de la imagen corporal trabajando con los factores mantenedores como son los pensamientos irracionales referidos al peso, figura, comida, conductas adaptativas, sentimientos negativos hacia uno mismo y baja autoestima.
Cuando nos referimos a la cirugía bariátrica para el tratamiento de la obesidad, principalmente hablamos de los beneficios para la salud, sin embargo no podemos dejar de lado las implicaciones emocionales resultado de la cirugía y sus consecuencias positivas, sobre todo en lo que respecta a la imagen corporal.
Isabel Rubió
Psicóloga de Intraobes