Las modificaciones positivas en el estilo de vida, incluida la alimentación y el ejercicio, son la piedra angular del tratamiento de la obesidad infantil.
Pero si esta terapia de primera línea falla, se contempla el uso de fármacos e incluso la cirugía bariátrica, según Diego Yeste, de Endocrinología Pediátrica del Hospital Valle de Hebrón, de Barcelona, que ha participado en el XXX Congreso Nacional de la Sociedad Española de Endocrinología Pediátrica que ha concluido este fin de semana en Madrid.
La adecuación de la dieta, incorporando pautas de la nutrición mediterránea, y el refuerzo indispensable de métodos cognitivo-conductuales y afectivos, ha conseguido pérdidas saludables y efectivas a niños de entre 6 y 13 años que presentaban sobrepeso u obesidad severa, según un estudio de intervención realizado por el equipo de Yeste.
Se analizó a 95 niños que a través de estas medidas lograron una reducción del 1,3 por ciento de su IMC y de un 30 por ciento de media en el porcentaje de grasa corporal, sin perder el área muscular del brazo.
Sin embargo, cuando los niños no consiguen disminuir el IMC con estas medidas y presentan resistencia a la insulina comienza a plantearse la posibilidad de recurrir a la farmacología, «aunque no hay acuerdo sobre cuál es el momento óptimo para iniciar la medicación».
Arsenal medicamentoso
Sobre el arsenal terapéutico ha recordado que para edad pediátrica, a partir de 12 años, sólo están aprobados el orlistat y la metformina con resultados moderados. Orlistat tiene una efectividad media en reducción del peso: 3 kilos al año, pero con un buen papel en caso de intolerancia a la glucosa y esteatosis. Metformina ofrece escasa eficacia en pérdida corporal (un 2 por ciento en el IMC), aunque parece muy útil en obesidad con hiperinsulinemia», según los datos de diferentes estudios.
El abordaje quirúrgico es también otra de las posibilidad que se empieza a plantear en casos graves, sobre todo ante ausencia de pérdida de peso tras seis meses de tratamiento realizado por un equipo multidisciplinar, cuando se ha completado la etapa prepuberal y cuando existe un IMC mayor de 40 (lo que puede suponer hasta 120 kilos) o si asocia grandes morbilidades. No obstante, en el terreno de la cirugía bariátrica, según Yeste, existe una muy escasa experiencia, procedente fundamentalmente de Estados Unidos.
Del análisis de los distintos abordajes se sugiere que el balón intragástrico ofrece poco riesgo quirúrgico y puede ayudar a modificar los hábitos, junto al soporte psico-social, mientras se mantiene el dispositivo.
Fuente/s:
Diario Médico