Hablar de dietas suele provocar en el oyente una secuencia de imágenes relacionadas con adelgazar, verduras y carnes a la plancha, regadas con mucha agua. Es una asociación lógica, máxime si se tiene en cuenta que la obesidad en uno de los problemas de salud pública más importantes del país. Sin embargo, el oyente puede ir más allá y vincular la palabra dieta con regímenes alimentarios específicos para personas con la tensión alta, el colesterol disparado o problemas cardiovasculares. En este sencillo juego de asociación de ideas, el término dieta mediterránea tiene muchas posibilidades de ser mencionado de los primeros. Pero, sin embargo, ninguna de la opciones mencionadas serían válidas en la antigua Grecia, donde hablar de dieta era sinónimo no sólo de una mesa con productos de la tierra, sino de comida en familia y, sobre todo, de ejercicio físico. Porque dieta era muchos más que aceite, fruta, pan y un vaso de vino. Para los griegos era un régimen de vida. Y es esta idea la que ahora, siglos y siglos después, se quiere recuperar. Expertos internacionales en numerosas disciplinas, desde nutrición hasta antropología y utilizando como base los estudios científicos (que son muchos) que avalan las propiedades saludables de la dieta mediterránea, han elaborado una nueva pirámide sobre este concepto, que va más allá de la mera descripción de los nutrientes recomendados para mejorar la salud, sino que integran indicaciones de tipo social y cultural. Porque, como explica la ministra de Agricultura, Rosa Aguilar, la dieta mediterránea es mucho más, es una manera de ser, de entender la vida, de afrontarla. Así, por iniciativa de la Fundación Dieta Mediterránea, la nueva pirámide habla de dedicar tiempo a la preparación de los alimentos para hacer de ello una actividad relajada y placentera en la que puedan participar los integrantes de la familia. También de la necesidad de socialización, que no es otra cosa que mirar más allá del aspecto nutricional de la mesa mediterránea. Es preciso recuperar la convivencia que proporcionan las comidas familiares y de amigos. «Sentarse alrededor de la mesa proporciona sentido de comunidad», explican desde la Fundación. El nuevo esquema recuerda que los mejores alimentos son los de temporada, frescos y poco procesados. Y esas características suelen tenerlas los productos tradicionales y locales lo que, además, es más respetuoso con el medio ambiente por «la sencilla razón de que se precisa menos carburante para su transporte», señala del doctor Lluís Serra-Majem, presidente de la citada entidad. Y, por supuesto, la actividad física, concepto que con el tiempo se ha ido perdiendo en la práctica y que cuya ausencia ha disparado los problemas de obesidad. Estas aparentes obviedades conforman la base de la dieta mediterránea. «En teoría, todos conocemos estos hábitos, pero pocos lo practican», señala el doctor Serra-Majem, quien recuerda cómo este legado saludable heredado de nuestros ancestros está cada día perdiendo adhesiones, sobre todo, en el arco mediterráneo. Justo un año después de que la dieta mediterránea fuera declarada patrimonio cultural inmaterial de la humanidad por la Unesco, la pirámide incluye nuevas recomendaciones alimentarias, para reforzar sus ya demostrados beneficios para la salud (prevención de enfermedades cardiovasculares, obesidad, alzheimer, depresión, e incluso, asma bronquial). Como elementos imprescindibles en las comidas principales no han de faltar los cereales (una o dos raciones) en forma de pan, pasta o arroz, preferentemente integrales; las verduras, que deberían estar presentes en la comida y en la cena y las frutas (una o dos piezas por comida). Para beber, agua (entre 1,5 y 2 litros al día), que puede ser completada con infusiones de hierbas y caldos bajos en grasa y sal. Cada día, además, deberían consumirse unas dos raciones de productos lácteos (preferiblemente yogur y quesos bajos en grasas). Para cocinar, imprescindible, el aceite de oliva (una cucharada tanto para cocinar como para aderezar), principal fuente de grasa, como novedad se incluyen en el panel especias, hierbas, cebollas y ajos como elementos sustitutivos de la sal. Un puñado de aceitunas y frutos secos pueden ser un excelente aperitivo. En cuanto al vino y la cerveza, sí, pero con moderación (una copa las mujeres, dos los hombres) aunque esta recomendación no aparece en la pirámide al formar parte del arco mediterráneo países musulmanes. Aún más moderado debe ser el consumo de proteínas de origen animal. De ahí que las legumbres puedan estar presentes en la mesa tres veces a la semana, igual que las patatas (mejor hervidas). Y de origen animal, escoger pescado (dos o más raciones), carne magra (2) y huevo (2-4). La carne roja y los embutidos pierden presencia si son de baja calidad: una dos raciones a la semana.
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