En los últimos años, diferentes estudios han demostrado la relación directa entre determinadas características de la sociedad en la que vivimos y el aumento de la incidencia de algunos trastornos del sueño como el insomnio y las apneas. En el caso del primero, las dificultades para conciliar el sueño adecuadamente guardan relación con los hábitos de vida poco saludables, así como con la elevada incidencia de la depresión en la población actual. Por otra parte, las apneas del sueño se relacionan fundamentalmente con el aumento de la prevalencia de la obesidad, destaca el Dr. Joaquín Durán, miembro de la Sociedad Española del Sueño (SES). Asimismo, recientes investigaciones han relacionado trastornos como el síndrome de piernas inquietas, la propia apnea del sueño o el insomnio con un incremento del riesgo cardiovascular de los pacientes que no son tratados convenientemente. No obstante, las mayores evidencias hacen referencia al aumento del riesgo derivado de la apnea. Según Durán, «el riesgo cardiovascular aumenta en estos casos entre un 150 y un 400 por ciento». Además, la apnea tiene un papel bidireccional con la obesidad. Por un lado, la obesidad puede causar apnea del sueño y, a su vez, las apneas pueden producir obesidad, según señala el experto. Otro elemento que puede afectar negativamente a la calidad del sueño es el grado de satisfacción laboral. Un estudio desarrollado por un grupo de investigadores británicos de la Universidad de Surrey, revela que una tercera parte de los trabajadores insatisfechos con su trabajo presenta desórdenes del sueño, frente al 18 por ciento de quienes están conformes con su situación laboral. De esta forma, asalariados y autónomos disfrutan de un sueño «mucho más reparador» que quienes están en situación de desempleo. De hecho, cuatro de cada diez parados tienen más dificultades para conciliar el sueño que aquellos que tienen trabajo.
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